Como su propio nombre indica, se trata de un proceso que permite incrementar la longitud de la corona. Puede realizarse en uno o varios dientes, en función de lo que haya motivado la operación y la finalidad de la misma. El objetivo principal del alargamiento coronario es únicamente restaurador y se realiza en los dientes inferiores o posteriores, que son los que quedan menos visibles en nuestra boca. De este modo, se evita que la estética dental se vea afectada, ya que el procedimiento baja unos milímetros la encía y se vería descompensada con respecto al resto de las piezas dentales. No hay que confundirlo con otro tipo de procedimientos exclusivamente estéticos, como la gingivectomía, en la que se recorta ligeramente la encía del paciente para que la pieza dental quede más descubierta y se perfeccione la sonrisa. La principal ventaja que ofrece la cirugía de alargamiento coronario es que permite salvar un diente que, de otro modo, habría que extraer y sustituir con un implante. Como hemos apuntado previamente, la intervención se realiza cuando es necesaria una restauración de la corona. El alargamiento coronario permite retirar y nivelar la encías y el hueso con el fin de exponer el diente. Para asegurar el correcto sellado una vez se ha corregido el daño (caries, fractura…), se ajusta el tejido periodontal para que haya, al menos, un milímetro de superficie sana del diente fuera de la encía. Además, mediante el incremento de la longitud de la corona se protegen la encía y el hueso para evitar el deterioro cerca de la restauración.